Vivió creyéndose insignificante y acabó convencido de que era invisible. Aburrido de no ser nadie, decidió borrarse del mapa discretamente y desaparecer sin dejar rastro. Lo intentó dándose de baja de las redes sociales, pero nadie se dio cuenta ni lo echó de menos.
Desesperado, salvo la electricidad, suspendió todos sus pagos, pero no cerró la cuenta corriente. Sólo entonces se suicidó metiéndose en el frigorífico para no hacer ruido ni molestar con malos olores. Ni siquiera los vecinos se enteraron hasta la reunión de propietarios. Y fue porque no se presentó y le tocaba ser presidente.